9/27/2016

Tailandia y Camboya, templos del Sudeste Asiático



Los grandes viajes suelen ser una acumulación de detalles, sensaciones y momentos lejos de nuestra casa, nuestra rutina y de lo que, voluntariamente, nos ata al día a día de nuestra cotidiana existencia.

Tailandia y Camboya pasan a engrosar una lista de países y lugares visitados que crece algo descontrolada y, dependiendo del día, con o sin razón de ser, a la espera del zarpazo definitivo.

Con el afán de eternizar los recuerdos y compartir mis experiencias, las notas volvían a formar parte de este frenético viaje. Uno no elige cuando tomarlas, fluyen, se escupen en la libreta, siempre a mano, en una gélida furgoneta rumbo a Ayutthaya, en un tuk-tuk por las bacheadas carreteras que atraviesan los Templos de Angkor, en lo que llega la orden en un restaurante hindú en Ao Nang, en un abarrotado barco camino a Phi Phi Island, en una de sus idílicas playas del sur, en una habitación de hotel cuando el cuerpo parece no dar más de sí o en la soleada cubierta de otro barco de regreso a Krabi.

Por la extensión del viaje y la complejidad de comprimirlo en un texto agradable y útil, he creído conveniente hacer un listado de imprescindibles. No sólo lugares, también momentos y actividades que han tatuado esta ruta con tinta invisible en algún lugar de mis resentidas piernas. Indicaré lo que, fresco como un pez recién pescado, viene a mi mente en cuanto cierro los ojos y vuelvo atrás.


Antes de nada, especificaré la ruta que nos ha llevado a recorrer una importante parte de Tailandia y una mínima de Camboya en un total de 17 días sin incluir vuelos de ida y vuelta a España. Señalaré también los hoteles y casas que, muy decentemente, y de forma excepcional en Bangkok, nos acogieron durante nuestra estancia.

Bangkok (Tailandia) 4 días (excursión a Ayutthaya de 1 día). Hotel Baan Manusarn.

AVIÓN A:

Siem Reap (Camboya) 3 días (Templos de Angkor 2 días). Hotel Angkor Pal Boutique.

AVIÓN A (con escala corta en Bangkok):

Chiang Mai (Tailandia) 3 días. Hotel Bed andTerrace Guesthouse Chiang Mai.

AVIÓN A:

Krabi (Tailandia) 2 días (zona de Ao Nang). Hotel Princeville Resort.

BARCO A:

Phi Phi Island (Tailandia) 4 días (excursion a Phi Phi Leh de 1 día). Hotel Papaya Phi Phi Resort.

BARCO A:

Krabi (Tailandia) 1 día (ciudad). Hotel Lada Krabi Residence.


BANGKOK, TAILANDIA:

- Los templos en la capital de Tailandia se cuentan por cientos, miles si incluimos los diminutos y rudimentarios lugares de oración que los tailandeses levantan en cualquier lado. Pero si tuviese que elegir uno me quedaría con el Wat Pho o Templo del Buda Reclinado. Su gran atractivo no sólo reside en el Buda de 43 metros que, tumbado de lado, relajado, recibe a los visitantes, sino también en los alrededores de su templo principal, donde el sencillo recorrido te adentra en un mundo de coloridas pagodas, blanco impoluto, relucientes ornamentos, silenciosos patios y pintura viva del que cuesta salir.




- En una visita a Tailandia probaréis varios Pad-Thai, quizás el plato más típico del país, una base de tallarines con pollo o gambas, verduras varias, brotes de soja, cacahuete molido y picante a discreción del consumidor. Acertaréis con algunos y desearéis no haber pedido otros. Mi primero, como caído del cielo casi recién llegado a la ciudad, fue el mejor y el más barato. En la calle Khao San, famosa por su actividad comercial y ambiente mochilero, entrando por Chakrabongse y en las puertas del primer Seven-Eleven que aparece, se levanta un puesto callejero de platos rápidos y tradicionales, sin pretensiones. Por algo más de 1€ nos deleitamos con una de las grandes delicias tailandesas. Si ya se acompaña de alguna cerveza rubia local como Leo, Singha o Chang, mejor que mejor. Porque Tailandia (y Camboya) también es el paraíso para los amantes de la cerveza suave. Muchas caerán, sin riesgo de equivocarse esta vez.

- El cotidiano y simple hecho de moverse en transporte público por la capital de Tailandia es una aventura adictiva. Taxis, tuk-tuks chillones y autobuses arcaicos se entremezclan con medios de transporte privados en un caos ordenado y relativamente silencioso considerando el volumen de tráfico que tapona y satura la ciudad en una especie de hora punta continua. Sólo el water-taxi que navega el río en ambas direcciones permite disfrutar de la tranquilidad que ofrece la fresca brisa que asciende de las marrones aguas del río Chao Praya. Desde el muelle de Thewet, donde se situaba nuestro modesto pero espléndido hotel, el Baan Manusarn, surcamos sus aguas en un par de ocasiones hasta la parada de Tha Chang. Una inigualable y privilegiada manera de observar el Gran Palacio y el Wat Arun en la distancia, grandiosos.







- La fruta forma parte de la cultura tailandesa. La gente la consume constantemente y también forma parte de las ofrendas a los Budas que habitan los templos. Por ello, probar las exóticas frutas que, ya cortadas, se ofrecen en puestos callejeros en cada esquina, es una obligación para los paladares más dulces.

- Bangkok es una ciudad de ciudades. La ciudad vieja, donde descansan los grandes templos, convive con su vertiente moderna y tradicional al mismo tiempo, donde centros comerciales y rascacielos se mezclan con el Bangkok más residencial y profundo. Dentro de esta plétora cultural, Chinatown podría considerarse otra urbe. Las aglomeraciones, los laberintos de mercados y bizarras galerías y los olores se multiplican por arte de magia china. Una visita muy recomendada para olfatos y paladares preparados y amantes de la cultura.

- Los masajes de pies o al estilo Thai en Tailandia son el gran atractivo para el turista occidental, por sus irrisorios precios y por la fuerza y destreza que aplican las masajistas locales. Un local de una bocacalle vecina al centro comercial Robinson, cerca del muelle de Sathorn, nos protegió del aguacero propio del monzón y relajó nuestros músculos y sentidos tras un intenso día de turismo.


- No se puede abandonar esta megaurbe sin verla en plenitud, en todo su esplendor, en perspectiva desde lo más alto. El bendito wifi y la improvisación nos llevó a un atardecer en Cloud47, un rooftop de reciente apertura, en uno de los ejes comerciales de la ciudad, Silom Road, de ambiente informal y distendido, música en vivo y precios razonables. Pero lo más importante, perfecto para ver el impresionante horizonte de edificios, hacerse una idea de la magnitud de la ciudad y observar, boquiabiertos, de igual a igual, la torre más espectacular y pixelada de la ciudad, una auténtica obra maestra de la arquitectura moderna que destaca sobre todo lo demás.






TEMPLOS DE ANGKOR, CAMBOYA:

- La única referencia histórica que haré en este apartado será para alabar la labor del Imperio Jemer entre los siglos IX y XV. Una infinidad de templos con arcos de entrada y salida a otra dimensión; un legado histórico de valor incalculable que sigue cautivando a las grandes superproducciones cinematográficas. La magnitud de estas obras sólo es comparable a otras maravillas del mundo y la celeridad con la que se construyeron, su estado de conservación en algunos casos y su convivencia con la naturaleza más salvaje sólo le suman misticismo y grandeza a este rincón mágico del planeta. Lo que se siente al tocar los grabados en la piedra, cruzar las ruinas, atravesar los verdes campos que las rodean, toparse con una puerta sellada o admirar el caprichoso rumbo de las raíces de los árboles que tienen la suerte de habitar allí es algo difícil de explicar.

Lo recomendado e imprescindible es dedicar dos días enteros a recorrer la zona y repartir este tiempo entre el circuito largo, que recorre los templos de Banteay Kdei, Pre Rup, East Mebon, Ta Som, Neak Poan Khan, Prasat Khan y Angkor Wat, y el corto, que discurre por Bayon y sus magníficos alrededores, Thommanom y Chau Say Thevoda, Ta Keo, Ta Nei, Ta Prohm, Phom Bakheng y Angkor Wat de nuevo.




Si tuviese que elegir, me quedaría con las primeras impresiones y expresiones de incredulidad en Banteay Kdei, las infinitas caras ocultas de Bayon, la soledad de Ta Nei y la majestuosidad de Angkor Wat, y evitaría los prometedores y multitudinarios atardeceres.






CHIANG MAI, TAILANDIA:

- En Tailandia, el elefante es un animal tan sagrado y venerado en la vida espiritual como maltratado en la real. Muchos son privados de su libertad desde que nacen y utilizados para  entretenimiento de turistas y trabajos forzosos, prácticas que les acaban mermando psicológicamente y, en ocasiones, causando daños físicos irreparables. En el Elephant Nature Park encontramos un santuario para estos gigantescos mamíferos de piel gruesa y mirada tierna. A dos horas al norte de Chiang Mai, en un entorno selvático idílico, en una verde explanada delimitada por colinas y un rio y en una especie de safari semiprivado, compartimos con ellos un rato de su nueva vida, arrebatada durante un tiempo, comprendimos su historia, su fisonomía y sus costumbres, les alimentamos y bañamos y les vimos disfrutar de su libertad y convivir con perros, gatos y cuidadores.




- Mi reciente incorporación al mundo del boxeo me llevó al borde del cuadrilátero del Kalare Boxing Stadium para disfrutar de una recomendable velada de Muai Thai. A pesar de las diversas opiniones leídas en internet, fuimos testigos de cinco peleas muy distintas en peso, sexo, edad, intensidad y calidad técnica y muy dignas, con grandes golpes y knock-out incluido en la pelea estrella. El mercado adyacente al estadio, que limita también con el de Anusarn, sació con sobresaliente nuestro apetito con un nuevo Pad Thai y una especiada salchicha de Chiang Mai con arroz.


- Perderse en un sueño nipón por las tranquilas callejuelas del cuadrado amurallado del centro de Chiang Mai es tan imprescindible como alquilar una pequeña scooter y serpentear las colinas al oeste hasta lo más alto y profundo, rumbo al espectacular templo Doi Suthep y al rural aunque turística e incómodamente explotado Hmong Village. Un paisaje único; una muy primeriza y emocionante aventura para mí; verdadero picante, y no la omnipresente guindilla de la cocina tailandesa.

- A la salida de Chiang Mai, por el mismo camino que lleva a los lugares del apartado anterior, la entrada a las cataratas Monthathan aparece discreta a la derecha; la entrada a un recorrido circular por el edén más bien; un trail sencillo y visible, aun sin señalización, a través de preciosas cascadas, vegetación invasora y puentes caídos; una vuelta sobre nuestros pasos a escasos minutos de acabar, por desconocimiento y por las recientes experiencias en Tenerife.


- El hambre, algo de estudio previo de la zona, la casualidad y la buena suerte nos llevaron a Kao Soi Nimman, un restaurante especializado en el sabrosísimo plato típico del norte del país que le pone nombre, una sopa ligeramente picante a base de curry, fideos fritos y pollo o gambas. El apellido corresponde con la zona donde se sitúa, cool, universitaria y comercial.

- Gastronómicamente, Chiang Mai se adapta perfectamente a todos los estilos, bolsillos y escrúpulos. Con especial cariño guardo en la memoria el mercado callejero de Bumrung Buri, al sur de la muralla, el interminable y delicioso smoothie de mango y fruta de la pasión del restaurante Pakhinai, el pollo rebozado crujiente con salsa de tamarindo en Dash, un concurrido local de comida internacional, y los largos ratos trasteando y alucinando en los Seven-Eleven que se reparten a lo largo y ancho del país.

- Aunque en parte derruido, el templo Wat Chedi Luang y sus templos colindantes forman un complejo de belleza sin igual en la ciudad. El pequeño santuario que da la bienvenida al visitante, de acceso exclusivo para hombres, el único tan restrictivo a este nivel que nos cruzamos en todo el país, es un auténtico y colorido milagro salido de los pinceles de genios anónimos. El otro lugar de culto religioso que destaca sobremanera es el Wat Phan Tao, de madera oscura e interior mucho más acogedor.






AO NANG – RAILAY BEACH, TAILANDIA:

- En el extremo de la playa de Ao Nang, ya en la base de los acantilados, un espectacular camino de tablones de madera y sacos de tela se adentra en la selva, bordeándolos y ofreciendo vistas turquesas de reojo, hasta la paradisíaca playa de Pai Plong, hogar de un único resort de lujo.


- En la misma parte de la playa de Ao Nang, mesas y sillas viven en plena playa, con permiso de sus dueños, varios bares afortunados. Sin duda, se trata del lugar perfecto desde el que enfilar la caída del sol.

- El triángulo formado por las playas de Railay West, Railay East y Phra Nang conforman un universo mágico, casi ficticio, donde la arena blanca abraza los rocosos acantilados verticales repletos de vegetación, que parecen flotar misteriosamente sobre el mar. La primera en particular, cuando el sol la embellece, permite sacar las fotografías de postal y de rigor de las tradicionales barcas tailandesas y sus proas, que se balancean suavemente sobre las aguas cristalinas.



- Escondido, en el camino que une las playas de Railay East y Phra Nang, entre familias enteras de monos y milenarias estalactitas y estalagmitas, aparece el abrupto, pedregoso y resbaladizo comienzo de la subida al viewpoint o mirador de Railay Beach. Ganas y moderadas habilidades primates durante escasos treinta minutos son suficientes para alcanzar el punto con las mejores vistas de la pequeña península. Una dosis extra de valentía o imprudencia permite descender a una laguna azul intenso que se oculta en lo profundo de la jungla. Tendré que dejar la visita de esta última para mi vida próxima.



- Con ilusión poníamos rumbo a Poda Island, la isla más grande de las que se divisan alineadas en frente de la playa de Ao Nang. El soleado horizonte y una sosegada travesía parecían prometer cuatro horas de sol, arena blanca, aguas turquesas y soledad. Pero, como el mar, el monzón es, en ocasiones, cruel y siempre imprevisible, reduciendo esas horas en gran parte para dejarnos escasa media hora para disfrutar del islote en su mayor esplendor. Aunque insuficiente, aquí una muestra de porqué merece una visita, previo pago de 400 baths con dudoso destino.



- Repetir restaurante no cuesta trabajo cuando encuentras el mejor de la zona. La extraordinaria cocina hindú de Zaika y la amabilidad de sus empleados superaron con creces cualquier expectativa.


PHI PHI ISLAND, TAILANDIA

- Sin poder olvidar la realidad y las deficiencias de Phi Phi Don, un paraíso sobreexplotado para monos y turistas desfasados con una gestión muy deficitaria de sus residuos, representada en las bahías de Duluan y Loh Lana y en los alrededores de las escondidas casas de los locales, el camino desde Tonsai a Long Beach y su continuación, si quedan fuerzas, al palmeral de la bahía de Moo Dee, es el gran paseo de la isla, a través de idílicas playas y solitarios y salvajes hoteles compuestos por cabañas.



- El mirador o viewpoint de Tonsai en Phi Phi Don ofrece la mejor panorámica de la isla, tras cruzar Tonsai y ascender una buena ración de escaleras que se ocultan en la colina. Al atardecer, las dos bahías que comprimen el centro de la isla y los impracticables riscos al fondo conforman una estampa única, mágica como pocas.



- El tour a Phi Phi Lee, el islote más al sur, famoso por ser el plató de la famosa película La Playa, en la que el galardonado actor Leonardo Di Caprio pierde la cabeza, tuvo dos grandes momentos que difícilmente olvidaré y que, sin duda, pasarán a la lista de grandes experiencias de mi vida. El primero, la vueta a la Laguna de Pileh y el posterior snorkel rodeado de infinitos peces de colores amarillo y plata brillantes. El segundo, esas dos horas en la casi desierta playa de la Bahía de Maya con un sol deslumbrante, como tratando de convertir el abrazo de los acantilados en algo todavía más personal, más íntimo, más eterno.





KRABI TOWN, TAILANDIA

- Una parada en la genuina ciudad de Krabi, mucho más local, aunque sea técnica, bien merece armarse de valor, provisionarse de agua, subir las escaleras del céntrico Wat Kaew Korawaram, visitar el Tiger Cave Temple o Wat Tham Suea a las afueras y ascender a lo alto de la montaña que alberga la gigante estatua de Buda. 1260 escalones de sudor, sufrimiento y orgullo para despedir, desde el cielo, un gran viaje, un gran país.




Hasta aquí, lo que he considerado imprescindible de un viaje a lo más profundo de mis instintos conocidos, de mucha organización con la ayuda de la aplicación móvil Sygic Travel, de sensaciones, apreciaciones, olores y contrastes.

Por un lado, Tailandia; el país devoto de su rey y su reina, enmarcados en cada esquina, y de los budas solitarios y alineados; de las sonrisas y las desinteresadas y sabias explicaciones pero también de la negociación y el pequeño pero constante timo al turista; del olor nauseabundo, a especias y a perfume en partes iguales y donde los monjes se entremezclan con la gente y la paz, la armonía y el aire fresco de los ventiladores reinan dentro de los templos.

Ayutthaya, antigua capital del Reino Siam y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, merece una corta visita. Pero para su actual capital, Bangkok, indescriptible en unas líneas, harían falta cuatro vidas y no cuatro días para conocerla. Sus infinitos templos; su gastronomía en la calle, desde las deliciosas brochetas de cerdo y helados de coco a los repugnantes insectos, y a orillas del río, como en Steve Cafe & Cuisine, un acogedor restaurante escondido en una preciosa callejuela cerca del muelle Thewet; sus bocacalles, siempre sorprendentes, la hacen inexplorable en su totalidad; su frenetismo parece cogerte en volandas y arrastrarte con los pies en el aire, sin posibilidad de frenar (muestra de ello, sólo hay que darse un paseo por Chinatown, su barrio más loco, o por los alrededores del mercado de Patpong, donde sólo las minifaldas y los neones de la superficie sirven para hacerse una idea de lo que se cuece por las noches en esta parte de la ciudad y que representa, junto con imágenes en otras zonas del país de señores mayores de conciencia jubilada, cerveza tailandesa en una mano y tailandesa a secas en la otra, los tristes y turbios motivos que hacen mundialmente conocido este rincón del globo).








Su capital turística del norte, Chiang Mai, a pesar de las puntuales inundaciones y un muy desagradable episodio de violencia extrema entre transexuales del que fuimos testigos desde nuestra ventana, es más ordenada y recogida, llena de imprescindibles, uno de los verdaderos tesoros de Tailandia, sin duda.

Por otro lado, Camboya, rural, servicial, cotidiana en cuanto se abandonan los hoteles y las calles principales, donde la gente sobrevive con lo mínimo, la televisión se ve en la trastienda, se duerme en tumbona, las vacas son flacas por naturaleza, los niños casi no alcanzan los pedales de sus bicicletas, los pequeños ríen, la comida se prepara en la calle y se lleva en bolsas de plástico y la gasolina se vende en botellas de plástico o cristal al borde de las carreteras.

Su capital turística y base para visitar los templos de Angkor, Siem Reap, y en particular Pub Street y sus alrededores, es, con excepciones, un auténtico gancho para el mochilero que se resiste a salir de su burbuja occidental.

Con este dos por uno complicado de escribir, sin palabras ya, desde otro avión y pensando en los siguientes, me despido viajeros, con un nuevo vídeo que podéis disfrutar en el siguiente link. Como siempre, hasta la próxima.


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