Por
contradecir el dicho, escaparse al norte es aconsejable para no perder el sur,
incluso para valorar más el primero y desmitificar el segundo. Y por norte me
refiero a España y Europa. Esas latitudes donde el sol es más caro y los atardeceres,
por ende, más apreciados, donde el astro rey, en vez de agobiar, refresca, y el
frío mar, infinito, relaja sin necesidad de sumergirte en él.
Un
otoño marcado por mi primera vez por las calles de Copenhague, mi vuelta a los
atardeceres de Oslo, la verde Navarra, el eterno San Sebastián, La Rioja y su
interminable paleta de colores, Santander y la Cantabria prehistórica de hace
40.000 años y el contraste de Bilbao. Cada destino, esplendoroso bajo ese sol
que, en próximos días, desaparecerá sin previo aviso y de forma indefinida.
Un
otoño de paseos por Madrid y donde he visto al cielo teñirse despacio del color
de las hojas de los árboles.
Un
otoño que continuará con una nueva visita a Cannes y una muy esperada escapada
a París, una semana después de los más trágicos atentados de la historia de
Francia. Mis pensamientos están con ellos y con todos los civiles inocentes que
sufren la barbarie del terrorismo en cualquier parte del mundo. Esta entrada es
mi particular homenaje a todos ellos.
Un otoño con los cielos incendiados de Noruega.
Un otoño en el Santuario de San Miguel de Aralar, sobre las
nubes de Navarra, y recogiendo moras en Iribas.
Un otoño desde las arenas de Zurriola y la barandilla de La
Concha.
Un otoño en el día a día de los donostiarras.
Un otoño de modernidad y parcelas verdosas y ocres en La
Rioja.
Un otoño que ha volado.
Un otoño clásico en El Sardinero y en la Península de La Magdalena, entre los golpes secos de
las palas cántabras.
Un otoño sosegado y alternativo en Somo.
Un otoño entre pinturas rupestres del Paleolítico en las
cuevas de El Castillo y Las Monedas.
Un otoño de pies mojados.
Un otoño de fotografías de ensueño en Comillas, en el Arroyo
del Capitán y en San Vicente de la Barquera.
Un otoño fresco y moderno en Bilbao, inspirador, de formas
imposibles y contrastes inverosímiles.
Un otoño sin fin.
Hasta la próxima viajeros,
Fantástico Dan!
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