De
mano de la oscuridad propia de la madrugada del desierto, del silencio de un
taxi desconocido, de la soledad más absoluta y de las sombras que proyecta la
luz amarillenta y abductora de las tímidas farolas. Así consigo entrar, llegar
más bien, oculto en la parte de atrás de un coche cuyo conductor, de pocas
palabras, tiene la posibilidad de cruzar mundos.
Estoy
dentro, orgulloso, agradecido y satisfecho. Como Indiana Jones en la sala de
los cálices de su última cruzada. Aprecio la diferencia, los perros callejeros
me dan la bienvenida, los eléctricos neones me desvelan, el pacífico murmullo
del rezo a través de los altavoces me devuelve a la vida y la primera e
inevitable conversación de fútbol en la recepción del Mövenpick Hotel me hace
plenamente consciente de la realidad.
A
pesar de lo poco que me gusta el bullicio de las grandes ciudades, el caos de
Ramallah, una nueva capital del mundo árabe en mi currículo viajero, volvía a
embaucarme de forma vertiginosa. La falta de desarrollo, el armonioso ruido, el
falafel, el shawarma. Tristes imágenes, conversaciones distendidas, columnas de
humo negro, la instantánea fortuita de un muro quemado, reprimido y maltratado
y narguile y Taybeh, la cerveza local, bajo las estrellas del desierto, en el
lado vallado y menos común del conflicto, en días previos a una desgraciada semana
de tensión extrema. La inconsciencia del viajero.
Volvía
a Eilat tras varios meses, de encanto hortera y permanentemente pasado de moda.
Lugar donde locales disfrutan del sol, la gastronomía y el Mar Rojo. Esas aguas
que en el Golfo de Aqaba bañan cuatro países. Los cuatro que pude tocar con los
dedos de mi mano desde una de las terrazas del hotel Isrotel Royal Beach. El
propio Israel, Jordania, Arabia Saudí y Egipto. Pocos lugares brindan esa
oportunidad.
Pero
este viaje tenía un claro propósito para mí. Un objetivo disfrazado de lujo
efímero y negocios. Lecciones gratuitas para el resto de mi existencia. La
oportunidad de compartir tiempo con un genio de nuestra era, de esos que nacen
en el mundo de la empresa cada muchos años. La más viva muestra de que el cielo
es el límite y el miedo nuestro mayor enemigo.
La imagen de una vida
de éxito. Hasta la próxima viajeros.
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