En un largo y aprovechado fin de
semana marcado por el surf, una GoPro perdida en el Mar Cantábrico de Somo en
el día de su verdadero estreno, la tranquilidad, las conversaciones entre
buenos amigos y el senderismo, dos buenas rutas en los alrededores de la
señorial Santander en días alternos bien merecen una entrada en el blog.
La primera, circular, con inicio
y fin en el extremo norte de la Playa del Sardinero, dentro de la capital
cántabra, combina lo salvaje y afilado de su comienzo con la sencillez de su
tramo medio y un final a través de las diminutas parcelas verdes y amarillentas
y del centro de la localidad de Cueto. Un recorrido por un litoral de ensueño,
rocoso y vivo, donde acantilados, puntas, roques, islotes, como el de Ansión,
cabos, como el Menor, playa, como la de Los Molinucos, y ensenadas, como la de
Mataleñas y Bañaperros, aparecen y desaparecen con cada giro en el camino. Esta
última bahía marcaba el comienzo del retorno a través de los prados próximos a
la ciudad.
La segunda, circular también, en
Santoña, a cincuenta kilómetros de Santander, rodea el Monte Buciero, que
abraza la localidad. Saliendo del Fuerte San Martín, inconfundible en un
extremo del paseo marítimo, siempre cercanos al precipicio, los acantilados y
el entorno boscoso se suceden entre faros. El del Caballo, el más renombrado,
supone un reto para las piernas, con un estrecho y vertiginoso descenso de
setecientos escalones. Ya abajo, en la punta, el espíritu aventurero obliga a
probar las frías aguas turquesas y explorar los majestuosos recovecos en la
roca si el tiempo y el oleaje lo permiten. El del Pescador, más accesible,
marca el cambio de ritmo. El asfalto confunde a pies y rodillas y tanto la
Playa de Berria como el penal del Dueso aparecen grandiosos a tiro de piedra.
Cruzando la localidad de Dueso y la totalidad de Santoña llegamos al punto de
origen.
Renqueante y libre, me despido viajeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario