Orgullosos de
sus asombrosas Montañas Rocosas, sus infinitas pistas de ski, sus sorprendentes
paisajes al trasluz, sus bellos atardeceres y sus cielos uniformemente azules,
despejados, la mayor parte del año, los habitantes de la capital del estado de
Colorado reciben al turista de forma maravillosa ya desde su llegada al moderno
aeropuerto en forma de cordillera desigual.
Eso sí, la
mayoría quizás no sea consciente de lo que la ciudad ofrece a ojos del buen
observador, de qué forma deleita al joven e inquieto visitante con pequeños
pero apreciables detalles, al sibarita, al artista, al músico, al otro
arquitecto, al transgresor, al curioso, al diferente, pinceladas de modernidad
y frescura que la convierten en una joya por descubrir y vivir, más allá de
todo lo que su privilegiado entorno natural puede brindar.
Destacar los
alrededores del institucional Civic
Center Park, haciendo especial mención al ayuntamiento, al capitolio y al
flamante museo de arte moderno, un imponente downtown en tonos gris, crema y
granate, y su zona más baja, al oeste, todo lo que rodea a las calles Wynkoop,
Wazee, Blake, Market y Larimer, el área de LoDo, su gran estrella, un
anticuario renovado, puro contraste, construcciones clásicas bajas, rojizas,
ladrillo visto amarronado, desgastado adrede, con estilo. Preciosas viviendas
con balcones libres, desafiantes, descolgados, tiendas, boutiques, cafés, restaurantes, terrazas en lo bajo y lo alto de
los edificios, buen gusto ordenado en una cuadrícula, perfectamente disfrutable
a pie, recogido, diseñado para el disfrute de la gente joven y la que siempre
permanece joven, la redefinición de una ciudad, la mejor ilustración del
rejuvenecimiento urbanístico.
Dos
restaurantes; uno, céntrico, de excelente comida internacional e infinitas
cervezas, Yard House, el otro,
exóticamente americano, Twin Peaks,
los mejores nachos con cerdo desmenuzado y deliciosas quesadillas de pollo,
amabilidad extrema, ficticia, escotes desproporcionados y muslos al aire por
parte del personal, muy yankee.
Un hotel,
elegante, sobrio, de forma triangular, siempre atractiva, y apariencia exterior
e interior sublime, tenue, con historia y solera, el Brown Palace,
abierto cada día desde 1892.
Un lugar
amplio de ocio diurno y nocturno en una antigua e inmensa nave industrial
reconvertida a bar, diáfano, acristalado y con una espectacular azotea con
vistas, View House.
Un café, bueno
tres; uno de ellos en E 14th avenue, el
reCyclery Cafe, un
lugar de culto para los amantes del café, la comida sana, el reciclaje y las
bicicletas, los otros dos, en E 13th avenue,
el Gypsy House Cafe, una poética, mística
y relajante cafetería al más estilo hippie, y The Desk,
un concepto muy singular, una auténtica meca del café, impoluta, detallista, blanca,
simple, de incuestionable elegancia importada, con espacios de trabajo en
alquiler en su parte trasera.
Una imagen
impactante, una familia de mendigos al completo, entre los dos y los cuarenta
años, pies descalzos y zapatillas demasiado grandes, unas sonrisas inocentes
por parte del más pequeño, pasajeras, reflexiones obligadas.
Una
experiencia, Colin Powell a escasos
metros, inyección de liderazgo y motivación, lección de humildad, compromiso y
esfuerzo. Una carrera meteórica. Nada es imposible.
Denver, un
claro ejemplo del infinito encanto de los Estados Unidos, escondido detrás de
cada esquina, deseando ser descubierto. Nos vemos de nuevo en unos días, en el
comienzo de la gran aventura.
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