La experiencia me
dice que hay veces en la vida que te cruzas con personas con las que,
simplemente, casas, sin esfuerzo, cuadras, como piezas de un puzzle, conectas,
a las que conoces sin apenas conocerlas, confías en ellas sin temor a
equivocarte, con las que conversas con interés y no por interés, sin tapujos o
tabúes, de los temas más personales y profesionales a los más banales, en una
piscina, en una habitación, en un jacuzzi o tirados en un campo de golf. Así
fueron 24 horas en Palm Beach, un remanso de paz, risas, color verde, lujo y
momentazos, con un objetivo cumplido, una ilusión, un sueño hecho realidad que
llevaba persiguiendo más de 10 años, ver a Tiger
Woods. Imponente en lo físico, ídolo de masas, ejemplo para la mayoría,
alabado en el terreno profesional, perdonado en el personal, genio indiscutible,
extraterrestre.
Año 2013, Honda Classic, PGA National Champion Course, Palm Beach Gardens, domingo, última jornada del campeonato, hoyo 2, me sitúo en la zona frecuente de caída de la bola desde el tee, la pelota cae, en la trampa de arena, a escasos tres metros de mi posición. Impaciente, espero, con la esperanza de que el tiro sea del ‘Tigre’. Veo cómo, a unos
No es su mejor semana, pero no pasa nada, para mí es un momento único, aunque repetible. Si algo sabe el ‘Tigre’ es deleitar a las masas, hacerlas rugir cuando están adormiladas. Hoyo 18, largo tiro de
Hoyo 18, PGA National Champion Course, Palm Beach Gardens |
A pesar de lo corto
de esta escapada, y de lo absurdo que pueda parecer escribir un post sobre
ella, al no tratarse de un viaje, ha sido muy especial. El golf ha sido
protagonista claro pero no ha sido el único. En muy pocas horas fuera del campo
de golf, salimos ganando de forma imprevisible y muy perspicaz, por una de las
partes, en una compra de entradas a un reventa situado a varios kilómetros del
torneo, huimos de él, a pesar de no darse cuenta en los momentos posteiores, thank god, en lo que para mí fue uno de
los más largos semáforos en rojo de mi vida. Una sinergia en toda regla, una
perfecta combinación de cabezonería y cara dura. El resultado, operación
redonda y aparcamiento preferente. También tuve la oportunidad de cruzar a la ‘isla’
de Palm Beach, una larga pero estrechísima superficie de terreno, reservada a
los más pudientes del país. Una sucesión imparable de mansiones, de todos los
estilos, repletas de buen gusto y piedra natural importada, con un estandarte,
el hotel ‘The Breakers’, uno de los
mejores del mundo en su categoría, lujo lujoso, insultantemente impecable,
desconcertantemente clásico y antiguo, como todo lo ostentoso y esplendoroso de
este país. Fundado hace más de un siglo. Podría ser cierto. Impresionante y
sublime en cualquier caso.
Será difícil
quitarme de la cabeza esta excursión relámpago a esta ciudad casi vecina de
Miami en el paraíso de Florida, Palm Beach, por lo particular de lo hecho y lo
especial de lo visto. Más aún tras plasmarlo aquí, de forma imprevista,
diferente, dos de mis palabras favoritas. Hasta la próxima.
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