De nuevo en la gran manzana, tercera vez del año, persiguiendo un sueño de pendiente y aún más que dudosa materialización.
¿Te has echado novia allí? – me pregunta mi madre.
Si mamá, a distancia, se llama Nueva York – respondo yo, para mis adentros.
Pisarlo, verme ahí atrapado entre edificios de cemento gris, cristal azulado y ladrillo visto rojizo me hace sentir vivo, activo, preparado para cualquier reto o proyecto. La ciudad adictiva que transforma a las personas, en ambas direcciones, dependiendo de la calidad humana y objetivos de cada uno, dónde la gente se siente libre y se quita la careta, porque siempre ofrece un hueco para uno más en bandeja de plata, donde la miel en los labios endulza más y sabe mejor que en ningún sitio, dónde aún no se si los sueños se cumplen, pero dan ganas de intentarlo.
Reencuentro. Ilusiones desatadas en la fiesta de Thanksgiving de W.I.P. y Greenhouse. Ritmo, codos y camisas abrochadas hasta el cuello. Darle las gracias a un gran amigo, Oliver, ejemplo del poder transformador a bien de la capital del mundo, hermano de música y proyecto, por entendernos así y compartir oído y sensibilidad musical, ayudándonos a despertar, regenerar y destapar, sin miedo, nuestra versión afroamericana más hiphopera, tan escasa en el país que nos vio nacer. Will we make it happen? Will we make it our way in New York? Muy pronto habrá respuesta a la primera pregunta.
Cálidos paseos por los tranquilos barrios de Tribeca y West Village en un fría mañana de acción de gracias y cena temprana en familia. Menú de restaurante para una velada casera y familiar. Los más agradables y generosos anfitriones y sus allegados, lo mejor de Italia en los fogones, el toque más lindo, ameno e infantil de mano de la pequeña de la casa. Patricia se tenía que llamar. Para comérsela. Más abajo, el detalle de la carta, sublime, para vuestro deleite. Gracias Anna Giulia. Gracias Aaron. Gracias.
Pacífica y gélida escapada en compañía de Patricia, la amistad y la positividad personificadas, al sur de Vermont durante los dos días siguientes. Con la arboleda que puebla cada metro cuadrado del estado de Nueva York y toda Nueva Inglaterra, ya desnuda en esta época del año, los ochocientos kilómetros a través de los asombrosos parajes en tonos verdes y amarronados precedieron a la fina, inmaculada y polvorienta nieve, a las granjas y tiendas de quesos, uno de los grandes atractivos de la región, y a los pulcros y blancos pueblos con sus viviendas de estilo georgiano y sus locales e iglesias de tablones de madera blanca.
A continuación podéis ver la ruta que seguimos:
Nueva York, NY - Bennington, VT - Wilmington, VT - Taylor Farm, VT - Crowley Cheese Company, VT - Grafton, VT - Grafton Village Cheese Company, VT - Brattleboro, VT - Nueva York, NY
Imágenes imborrables en la mente y sobre el papel virtual, como siempre. Los productos derivados del bacon y las salsas picantes de Big Moose Deli & Country Store, en Hoosick, Nueva York, las hamburguesas de bisón en Madison Brewery, en Bennington, Vermont, la cálida estancia en el Viking Motel y el despertino café con leche y suave, dulce y meloso sirope de arce en la cafetería de cuento Folly Foods, ambos en Wilmington, Vermont, la degustación de innumerables tipos de queso de tres típicas factorías del estado de Vermont, tres deseos, deliciosa carne, vino y chimenea en Whetstone Station Restaurant and Brewery, en Brattleboro, Vermont, y uno de los grandes recuerdos del viaje, caminar sobre las aguas congeladas de un lago a orillas de Linden Street, en el mismo Brattleboro, resbalarse, emocionado y ligeramente asustado, sobre la superficie del agua, solidificada, al son de las cuchillas y conversaciones de los patinadores locales.
La vuelta dominical a través de los estados de Massachusetts y Connecticut. Bello atardecer desde el más bajo de los dos niveles del impresionante puente de George Washington, con un Manhattan color azafrán al sur y los acantilados al norte, reflectantes, proyectados sobre el gigantesco y calmado manto de agua del río Hudson. Una última cena en Tiny´s and the Bar Upstairs, bar y restaurante de carta fina y delicada en pleno Tribeca, de anticuada, sutil y original fachada, maquillada de tonos pasteles, y exquisito, desgastado y acogedor interior.
Un fin de semana largo para, como la propia festividad así lo indica, dar las gracias. Gracias Nueva York. Dejemos que el tiempo decida de qué forma te cruzas en mi vida la próxima vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario