A
esta reputada ciudad de la Riviera Francesa no me trajo el festival de cine ni
un descapotable, como ya soñé y plasmé aquí hace año, sino la feria más importante
a nivel europeo de mi sector, de alcance mundial. Gracias a un generoso detalle
corporativo pude vivir el Cannes más vibrante, efervescente y rebosante de
glamour profesional, soleado de día y
frío de noche, propio de un noviembre caluroso.
Francia
no tiene secretos. Sus orgullosos habitantes, fervientes amantes y artistas ya
se ocupan de difundir una imagen transparente y sobredimensionada, tan bella
como inflada y vanidosa. En el caso de Cannes, ese retrato se corresponde
perfectamente con la realidad y debe evitar comparaciones, por su bien. Una
realidad hortera, objetivamente, mezclada con una elegancia comprada y muy subjetiva.
Señores al más puro estilo Giorgio Armani y señoras de gusto peculiar en su
segunda o tercera adolescencia, con leggins ceñidos y aferradas a sus impolutas
bolsas de Chanel, rebosantes, como sus cuentas corrientes. Una decadencia
atractiva y nostálgica a lo largo de su pésima y protegida costa, incondicional
del bótox, su mediocre paseo marítimo, adicto al sol, y la paralela y elitista
Croisette, lujosa y materialista.
Saliendo
de la observación al detalle, su bahía color crema ofrece preciosas vistas, con
los hoteles Majestic, Carlton Intercontinental y Martinez a las espaldas, la
perfecta definición del lujo. Sus estrechas calles traseras se desentienden de esta
pomposidad y están repletas de encanto y buena gastronomía local, como es el
caso de Petit Paris o Grill and Wines. La zona elevada de su castillo, sublime
para la perfecta velada a la francesa. En una de sus mágicas cuestas, el
restaurante Le Salon des Independants, regentado por una valenciana, ofrece,
lejos de pretensiones, una de las mejores cartas de la ciudad. ¿Una copa y ganas
de música? Bâoli y Black Pearl, sin duda.
Agradezco
mi revelador y enriquecedor paso por esta pequeña ciudad, rodeada de verdes y
ricas colinas, desafiante al mar, a las arrugas y al paso del tiempo. Cannes,
cuando placer y trabajo se entremezclan.
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