6/03/2014

Los caminos de la Reina


Cuanto más viajo por España, más me doy cuenta de que es un país para disfrutar de la gente, la compañía, la comida y los paisajes, protagonistas siempre de mis entradas.

Un fin de semana muy esperado por cuatro compañeros de hazañas, retrasado por mi desafortunada lesión de costillas, por León y Cantabria. Cuatro vidas cambiadas con la clara intención de volver a la incendiaria y explosiva juventud de hace unos años.




Una vuelta al pasado a través de sesiones de futbolín y desatada verbena de pueblo con ocasión de las Fiestas del Capilote, en Riaño, hermoso punto a pies de los nevados y grisáceos Picos de Europa.




Tras cruzar el impresionante puerto de San Glorio y disfrutar de las magníficas vistas desde el monumento del oso, en el corazón de la gran cordillera, disfrutamos de los surtidos de quesos cántabros y relax en las bocacalles de Potes, lugar igualmente ideal para subir el colesterol de nuestros seres queridos con sobaos El Macho, delicioso manjar a base de mantequilla que, en combinación con crema Nocilla, suponen la mejor forma de coger fuerzas mañaneras. Desayunos de reyes en Barniedo, territorio de reinas, en pleno cañón natural de verdor único.








Fabes para tres-cientos, sopa de gallina y deliciosa carne roja en el restaurante del Hotel del Oso, en la localidad de Cosgaya. Y de vuelta, dos imágenes que, afortunadamente, no se irán de mi cabeza. La primera, el parto de un ternero en riguroso directo, la mayor expresión de la vida y del inmediato instinto de supervivencia, ante mi tierna y atónita mirada; la segunda, las anaranjadas y manchadas carreteras, agrietadas entre valles, como bellamente abandonadas y roídas por el óxido.

Querido norte, de color lapislázuli, pardo y esmeralda, hasta dentro de muy poco.

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